Nacida del corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la tradición
que remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se ha revelado siempre como
un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad.
Por su vocación la Universitas magistrorum et scholarium se consagra a la investigación, a la
enseñanza y a la formación de los estudiantes, libremente reunidos con sus maestros animados
todos por el mismo amor del saber[1]. Ella comparte con todas las demás Universidades aquel
gaudium de veritate, tan caro a San Agustín, esto es, el gozo de buscar la verdad, de descubrirla
y de comunicarla[2] en todos los campos del conocimiento. Su tarea privilegiada es la de «unificar
existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tiende
a oponer como si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente
de la verdad»
CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
Nacida del corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la tradición que remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad.
Por su vocación la Universitas magistrorum et scholarium se consagra a la investigación, a la enseñanza y a la formación de los estudiantes, libremente reunidos con sus maestros animados todos por el mismo amor del saber[1]. Ella comparte con todas las demás Universidades aquel gaudium de veritate, tan caro a San Agustín, esto es, el gozo de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla[2] en todos los campos del conocimiento. Su tarea privilegiada es la de «unificar existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tiende a oponer como si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad»